De la grasa a la gloria: ¡el milagro de Julio López!

Lesión de rodilla, operación, paternidad y hábitos alimenticios desastrosos… un cóctel explosivo que puede hacer que tu cuerpo mute hacia la gordura más extrema. Julio López lo ha vivido en sus carnes y cuando quiso darse cuenta estaba cerca de los 100 kg. Nos pusimos en marcha para hacerle pasar de la grasa a la gloria

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Autor:
Niki G. Vinuesa
Foto:
Javier Martínez
Publicado el 26/02/2018

Todo empezó un frio jueves de invierno en la presentación de las nuevas Yamaha de motocross en el circuito toledano de Sonseca hace un par de meses. Habíamos quedado allí todo el equipo de pruebas de Enduropro y al llegar Julio López se hizo un silencio incómodo. Julito me dijo: “tío Niki, estoy como una foca y necesito volverme a sentir vivo encima de la moto”.
En un primer momento nos miramos los dos a los ojos y nos empezamos a mear de la risa. Solo me bastaron cinco minutos de conversación con él para darme cuenta de que verdaderamente estaba convencido de que quería bajar de peso y volver a sus orígenes. Jorge propuso aprovechar mis conocimientos en nutrición y la próxima llegada del número 100 para hacer un reportaje sobre la vuelta de Julio a su talla habitual. Lo llamaríamos “De la grasa a la gloria”.

Manos a la obra

Yo era consciente de que ambos teníamos un gran trabajo por delante. Mmmm, como decirlo. A Julio no le sobraban solamente cinco quilillos.. ya me entendéis. Una “gran ligera” capa de grasa cubría su abdomen, haciéndome dudar de si existían abdominales. Yo sabía de sobra cuáles eran los hábitos de Julio. Sabía que haciendo unos pequeños cambios la mejora iba a ser muy notable. Efectivamente Julio estaba convencido. No pasaron más de tres días para tenerle en consulta. El día de la primera consulta será un día que jamás se me olvidará. Después de unos cuantos minutos intercambiando información, llegó la hora de subirse en la báscula. “¡Julito! Quédate en calzones y así cogemos medidas”. A medida que Julio se va quedando en ropa interior y finalmente se quita la camiseta, se le escapa una pequeña carcajada. Yo, sin poder aguantarme más, se me va escapando una sonrisilla, hasta que ambos empezamos a partir de risa. ¡Qué gran momento! Podía ver cada Donut reflejado en su barriga.
Una vez terminamos la primera consulta y me despido de Julio, me entró cierta duda de lo que será capaz Julio. Le veía convencido pero tenía mis dudas. Si queríamos bajar realmente de peso y llegar al cierre del 100 había que tomárselo muy en serio.


El trance

Pasaron cuatro días y volvimos a hablar. Me entró cierto agobio cuando Julio me dijo que se encontraba mal. Pero, ¿sabéis por qué se encontraba mal? Porque su cuerpo estaba empezando a limpiarse. Si, habéis escuchado bien, se estaba limpiando. Nuestro organismo se adapta a casi todo. Julio llevaba mucho tiempo comiendo mal. Hace dos años sufrió en una sesión de fotos una lesión de rodilla que le mantuvo fuera de los circuitos mucho tiempo, creándole mucha ansiedad que él compensó comiendo en exceso. Además fue padre… Su organismo estaba acostumbrado a eso. Cuando empezó a sacarlo de su zona, la reacción fue algo rara. Ahora, eso sí, a la dos semana me dijo: “Niki, tío, me estoy empezando a sentir mucho más ligero”. Eso es lo que yo quería escuchar. No habían pasado ni 7 días y ya empezaba a notar el cambio. Ahí es cuando me di cuenta de que verdaderamente estaba convencido y podríamos lograrlo.
Pasaba un día… y otro. Cada tres días yo hablaba con Julio para tener cierto control de cómo se iba encontrando. Fueron pasando los días y el peso iba disminuyendo en la báscula como si de algo extraño se tratase. Pero no, no era nada extraño. Julio estaba dando su 100% y yo el mío en el seguimiento. Los resultados se estaban empezando a notar ya lo que es mejor, a sentir.


El caso López López

Mi principal objetivo con Julio era modificar sus hábitos y “enseñarle a comer”. Si, enseñarle a comer. En la mayoría de casos hay un problema de hábitos. Además, en el caso de Julio, quería enseñarle qué comer, cómo y cuándo”.
Julio era un abusón con la Coca Cola, las pizzas, la bollería. Esto es “veneno” para el ser humano. A corto plazo es difícil que nos pase algo grave, pero si que nuestra energía va a ser de mala calidad, digestiones pesadas, posible mal humor, etc. A largo plazo puede ser más grave con aparición de hipercolesterolemia, triglicéridos altos, además de comprar unas cuantas papeletas para padecer una diabetes. Como veis con Julio había mucho trabajo por hacer.

La dieta

A Julio le diseñé un plan de alimentación personalizado basado en una alimentación equilibrada y una reconducción de los hábitos alimenticios. Había que tener cierto cuidado con la ingesta de carbohidratos a ciertas horas, pero por supuesto sin ser restringidos del todo.
Uno de los grandes esfuerzos para Julio, fue la introducción de verduras para acompañar todas las comidas principales. Las verduras tienen un alto contenido en fibra, por lo que regula la subida de azúcar en sangre, cosa que es muy importante ya que hará que tengamos energía de una manera más progresiva sin “picos”, y la sensación de saciedad durará más tiempo.
Por supuesto, ni hablar que todos los tipos de cereales existentes en el plan de alimentación debían ser integrales. Arroz integral, quinoa integral, pasta integral, etc.
En cuanto a la proteína, yo no soy muy partidario de la proteína animal a excepción del pescado. Por mi parte no le puse ningún día que contuviese carne roja. El pollo y el pavo fue limitado, potenciando el pescado azul, una de las principales fuentes de proteína animal con gran contenido en grasa saludable.
Ha sido un plan de alimentación lleno de ensaladas. Las ensaladas son un plato súper fácil de preparar en las que se puede lograr introducir los 3 tipos de macronutrientes. Una ensalada de lentejas por ejemplo. Eso sí, os recomiendo que las legumbres siempre las acompañéis de un cereal, ya que así seremos capaces de obtener todos los aminoácidos esenciales.
Ha sido un plan de alimentación sencillo en el que Julio ha tenido que esforzarse para ser capaz de reeducar ciertos hábitos. Un esfuerzo que si no lo acompañaba de ejercicio físico, no iba a valer del todo la pena. Julio lo ha dado todo para al menos, poder sudar la camiseta una hora al día. Esto ha hecho que haya una bajada de peso en dos meses y medio exagerada, de¡ más de 15 kilos! Para mi gusto algo excesivo ya que no soy partidario de los cambios drásticos. Pero lo más importante es que Julio en ningún momento ha pasado hambre ni ha sentido la necesidad de algún alimento en sus comidas, a excepción de los bollos.
En definitiva considero que ha sido todo un éxito. Y desde aquí le doy mi más sincera enhorabuena por haber conseguido aquel objetivo que nos pusimos. Pasar de LA GRASA A LA GLORIA!!!

El protagonista habla

Julio López: “Cuando me senté con Niki a prepararlo le dije que sí, pero no estaba convencido del todo. Pensaba realmente que no iba a ser capaz de lograrlo. Estaba pasando por una mala racha muy larga de más de dos años desde la lesión. Tenía mucha ansiedad y, sinceramente, no veía luz al final del túnel. Estaba en la mierda, chicos. No creía en mí. Cada vez me veía peor y más gordo pero no podía salir del bucle ni parar de comer. Habían engordado muchísimo.
Psicológicamente no estaba preparado. Cuando empecé la dieta bebía mucha Coca Cola, podría tomarme 6 donuts para desayunar, por ejemplo. Niki me mostró lo que iba a comer y no estaba mal. Hambre no pasaría. Pero me metía tanta mierda al cuerpo que el primer día me puse malo. Era como un yonqui con mono. Necesitaba azucares y grasas.
Al quinto día discutí con todo el mundo. Con mi familia, mi chica…. Les culpaba a ellos de esta situación, estaba de muy mal humor. Sin embargo, a la semana vi que había perdido cinco kilos. Lo había cumplido a rajatabla y el cuerpo se había acostumbrado a la vida sana. Empecé a verme un poco mejor. Más guapete. Funcionaba. El cuerpo se habituó a la fruta, al agua, y comencé a deshincharme.
Pero yo tenía un factor muy importante que era la rodilla, que en este tiempo no me había permitido entrenar y montar en moto como a mí me hubiera gustado. Al bajar peso también la rodilla empezó a ir mejor y eso me dio aún más ánimo.
Os confesaré que tenía un día a la semana libre, para comer lo que quisiera, y a la segunda semana me tomé una pizza con mucha ansiedad. Acabé vomitando y con cagalera… el cuerpo rechazaba ese alimento.
Cuando vi que volvía a ser yo, monté en moto de nuevo. Volví a sentir esa maravillosa sensación de volar y recuperar mi estilo. Estoy mejor conmigo mismo y mucho más positivo. El cambio ha sido enorme y me motiva para no salirme del camino. Así ha sido mi historia en estos dos meses”.

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