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Opinión

Premium inter pares

Gonzalo de Martorell
17/01/2019
Algún día me haré yo mismo una estadística más o menos patillera y contabilizaré, por pura curiosidad malsana, cuáles son las palabras que más escribo en el transcurso del año. Pero estoy seguro, así ya a bote pronto, que “Premium” será una de ellas.

Me doy una vuelta por el centro comercial y me ofrecen griferías Premium, pizzas Premium, hamburguesas Premium, jabones Premium, sartenes Premium, lencería Premium y hasta el oxímoron de todos los oxímorons... “rebajas Premium”.
¡De todo hay versiones Premium!

Y yo es que soy de la EGB... de cuando las galletas de chocolate no eran “cookies”, las películas de serie B no eran “Blockbusters”, a los famosos no se los llamaba “celebritys” y el “Jaloüin” era una memez que se celebraba en Iowa y resultaba tan cercana a nuestras tradiciones como la gran fiesta de la cabra de Ulan Bator. En nuestra falta de refinamiento reservábamos el término “Exclusivo” para cosas como el Baile de la Rosa en el Casino de Mónaco, el Rolls-Royce de oro del Jeque de Bahrein o el acceso sólo con invitación al reservado de los famosos -perdón, de las celebritys- en la discoteca más de moda.... de nuevo perdón, quería decir “el club más “cool”.
Pero más allá de dichas exclusividades, en esa época atrasada y primitiva en la que me tocó tomar conciencia de mi militancia en la clase media, a todos estos artículos un poco mejores se les llamaba simplemente “caros”.
Pero ahora ya no... ahora son “Premium”.

Y no me malinterpreten; si a mí ya me parece bien y hasta natural que haya unos productos, los que sea, mejores que otros y que quien quiera y pueda permitírselos los compre. Lo que ocurre es que la palabreja es cuestión es otra de esas que ha acabado perdiendo su verdadero significado a fuer de repetida hasta la saciedad y bajo cualquier pretexto. (Otra sería, casi con absoluta certeza, “fascista”... pero en ese jardín no me voy a meter).
Por supuesto, a las motos también ha llegado la fiebre del “Premium” y en algunos casos tengo muy claro que, efectivamente, las presentadas lo son. Pero en otros reconozco que no tanto y que el concepto -al menos por lo que se refiere al loco mundo éste de las dos ruedas- me desconcierta.
¿Podemos considerar como Premium el modelo más caro fabricado por una marca económica?
¿Y al más asequible de una marca elitista?
¿Qué convierte a un modelo estándar en “Premium? ¿El precio, los acabados, los accesorios, el equipamiento, el diseño, las prestaciones..? Todavía no lo tengo claro porque la opción de hacerse con un modelo digamos “de los normales” y gastarse una pasta en todos los accesorios siempre ha existido... pero a nadie se le ocurriría calificar después a ese vehículo como  “Premium”. En todo caso sería lo que se ha llamado toda la vida un “full equip”... o al menos así era en el cuaternario, cuando aún no existía internet y nos veíamos obligados a utilizar groseras expresiones en inglés de chichinabo.

En fin... me quedan 12 meses por delante para hacerme a los matices y aprender a distinguir el “Premiumismo” de los modelos que se me presentan como tales, con la misma celeridad que una sexadora de pollos vietnamita les adivina los atributos a los pajaruelos.
El caso es que normalmente soluciono mis reflexiones absurdas con una buena vuelta en moto pero como la ola de frío polar insiste en convertir Alcobendas en Alaska y la Dehesa de la Villa en Estación Polar Cebra lo voy a dejar para mañana y a prepararme una tortilla de patatas de esas bien gruesotas y jugosas... que es patata gallega y eso sí, señores, es incuestionablemente Premium.

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Siempre periodista y siempre motero. Y a ambas cosas me dedico desde hace casi 30 años. También viajo, hago radio, me defiendo con la cámara de fotos, soy un apasionado del RCD Espanyol... y tengo un gato que se llama Palpatine.

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