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Desde que en el mes de noviembre y frente a unas cervezas mi amigo Rivas dijo, “podríamos hacer la Transpirenaica Off Road”, hasta que llegó el día de la salida, sucedieron muchas cosas, algunos se apuntaron y luego se borraron, tuvimos decenas de debates sobre qué ruta era la mejor, en cuantos días la realizaríamos, qué ruedas serian las más apropiadas, qué necesitaríamos llevar en nuestros petates, y los más importante, tuvimos que convivir con la incertidumbre de si las restricciones del Covid nos lo permitirían. Pero poco a poco la cosa fue tomando forma y las dudas se fueron disipando hasta convertirse en una realidad, nuestra aventura era real y estaba a punto de comenzar.
El 24 de mayo partíamos desde Guadalajara dirección Montferrer, este viaje lo íbamos a realizar cuatro pilotos, Carlos (KTM 790 R) , Miky (GS1200R Adventure), Rober y Rivas (ambos con KTM 790 S).
Con muchos nervios, ganas, ilusión y tras solucionar algunos percances mecánicos de última hora, salíamos de la gasolinera de Cuatro Caminos en Guadalajara, ante la mirada de los que pasaban por allí y se preguntaban donde irian esos chalaos un lunes por la mañana con esos enormes petates atados a sus motos. Nos esperaban 550 Km de carretera donde Miky y su sofá con ruedas, disfrutaría de un plácido viaje, mientras los de las motos naranjitas nos peleábamos con el aire que pegaba contra nuestros cascos.
El plan inicial era seguir un track de 700 KM a través de una conocida aplicación de rutas utilizada por senderistas y BTTs, que nos llevaría desde Andorra a San Sebastián por pistas, con algunos enlaces por carretera. Lo dividiríamos en 4 etapas, guardándonos la posibilidad de hacerlo en 5 si fuera necesario. Los alojamientos los iríamos improvisando sobre la marcha, de esta forma nos cubríamos las espaldas frente a imprevistos que pudieran suceder y nos impidieran llegar a un alojamiento previamente reservado.
El día 1 nos despertamos en un camping, donde habíamos cogido un pequeño bungalow de madera para pasar la noche, después de un buen desayuno, nos vestimos de romanos, atamos nuestros petates blandos a las motos y salimos dirección Andorra, la noche anterior habíamos acordado que aunque no estuviera en el track original, no podíamos irnos de allí sin hacer la famosa subida al Pic Negre, un increíble aperitivo antes de empezar. Se sube por la carretera que da acceso a Naturlandia para después coger una pista de tierra, se trata de una subida sencilla por pistas de arena negra con la única dificultad de un repecho final con un poco de grava suelta, que no repercute gran complicación a nada que uno tenga algo de experiencia en Off. Sin embargo, fue el primer aviso de lo que le esperaría a Miky y su BMW durante gran parte de la ruta, y es que sin duda hacen falta muchas manos para llevar por lo marrón una moto de más de 260 Kgs.
Esta primera ascensión ya nos vaticinaba lo que a la postre la Transpirenaica nos iba a regalar, un impresionante paisaje con unas vistas inolvidables que sin duda se quedarán grabados en nuestros recuerdos para siempre. Cuesta mucho expresar con palabras lo que uno siente mientras sube con su moto a más de 2600m de altura, la grandeza y majestuosidad de los pirineos se mostraban ante nosotros al coronar la cima que aún guardaba restos de nieve, visita obligada a la furgoneta VW abandonada, un millón de fotos, y para abajo otra vez que había que empezar el track.
La salida desde Andorra se realiza por un camino de tierra que discurre entre verdes paisajes con algún vadeo sencillo, pronto nos daríamos cuenta que el patrón, subir y subir para luego bajar y bajar, y vuelta a empezar, sería una constante en el viaje, pero es que estábamos cruzando los Pirineos!
Caminos fácilmente transitables en esta época del año para nuestro primer día, con algún tramo un poco roto y con marcas de roderas, poco a poco empezábamos a coger ritmo aunque no es “la Transpi” una ruta para correr, al contrario, gusta de rodar tranquilamente disfrutando de cada paisaje. Uno de los tramos más increíbles por los que pasamos fue sin duda el último tercio de esta primera etapa, rodando a más de 2.000 metros de altura por pistas que transcurren por los laterales de grandes montañas, entre paisajes abiertos y áridos, con preciosas cascadas de agua. La sonrisa que llevábamos no cabía en nuestros cascos, felicidad plena.
Recorremos Lleida hasta adentrarnos en el Pirineo Aragonés, el nivel de la ruta continúa siendo sencillo con algún que otro camino un poco roto pero transitable sin dificultad, aunque la mayoría venimos del enduro tenemos poca experiencia en trail, pero poco a poco vamos cogiendo más confianza y según nos vamos acostumbrando a las inercias de nuestras motos, las derrapadas y bloqueos de rueda trasera empiezan a aparecer, aunque como bien dije antes en esta ruta resulta más gratificante ir observando el paisaje que jugando a ser piloto de raids.
Etapa sin ninguna complicación, cruzando algún pequeño bosque y disfrutando de las vistas al Aneto, con un pequeño tramo en obras por el que pudimos transitar sin problemas a pesar de los carteles de advertencia y como único inconveniente, una puerta cerrada que nos encontramos en Bonansa, la cual pudimos sortear gracias a la amabilidad de un vecino de la zona que nos abrió, no sin antes echarnos una pequeña regañina por tratarse de un camino solo para residentes.
Tras hacer noche cerca de Fiscal reanudamos la ruta, en un día que al final iba a resultar más accidentado de lo que imaginábamos. Para empezar, un descuido de Rivas que se saltó un repostaje el día anterior, nos obliga a desplazarnos por carretera 25 km hasta Sabiñanigo en busca de una gasolinera. Una vez repostados y volviendo hacia Fiscal, tras consultar el mapa por internet, decidimos coger un camino que debería enlazar con nuestro track original y ahorrarnos esos kilómetros de carretera. El nuevo trazado resulta ser un camino que empieza completamente roto, con piedras y raíces que a los más endureros nos hace pasar un rato divertidísimo, la GS brinca por las piedras manteniendo gas constante y poniendo a prueba el telelever y ante la incredulidad de todos consigue coronar con éxito, tras eso nos metemos en una senda boscosa y húmeda con pequeños tramos embarrados pero muy divertidos hasta que recuperamos el track original.
La mañana transcurría entre sendas y caminos con bastante más vegetación que lo que habíamos tenido en las jornadas anteriores, cuando en una pequeña subida sin ninguna complicación a Rivas se le descontrola la KTM mandándole al suelo, por suerte rodaba a muy poca velocidad y cae sin consecuencias. Se queja que la moto no va bien, que le hace extraños y por eso se ha caído, decidimos echar un vistazo y observamos que el eje del basculante ha perdido un tornillo y se ha desplazado, maldita sea, primera avería en ruta, no pasa nada... ¿quién lleva un tornillo de repuesto de métrica 16? Pues evidentemente nadie. Por suerte consultamos el mapa y vemos que abandonando el camino tenemos a 8 Km el pueblo de Biescas. Extremando la precaución conseguimos llegar y localizamos un taller, donde nos atendieron de maravilla, nos reubican el eje en su lugar y milagrosamente encuentran un tornillo similar, muchas gracias desde aquí a la gente de AutoBiescas.
Con tres horas de retraso reanudamos la ruta, el tiempo apremia puesto que en muchos pueblos, llegar a partir de las 21h, te puede suponer quedarte sin cenar y eso, después de la paliza que llevamos a estas alturas del viaje, no es buena idea. Llegamos a un tramo entre las localidades de Anso y Hecho, que en el track se marca como un paso complicado por varios aspectos, por un lado se trata de una zona especialmente vigilada y por otro se trata de un tramo con cierta dificultad. Decidimos arriesgarnos y nos encontramos con la parte más endurera y técnica de todo el viaje, con una subida pronunciada y una estrecha senda de bajada entre árboles que requiere de ciertas aptitudes más endureras.
En estos momentos es cuando me pregunto cómo en los comentarios de la ruta, algunos usuarios decían que se podía realizar sin problema yendo a dúo... Afrontamos la subida y un pequeño despiste de Carlos le manda al suelo, quedándose su KTM encima suya, Miky acude en su ayuda teniendo que parar la GS en medio de la subida, lo que le hace que tenga que volver a bajar para encararla con inercia, finalmente conseguimos coronar todos y empezamos la bajada, de pie, culo hacia atrás y tacto con el freno. Hubiera estado divertida bajarla con barro.
La noche se nos estaba echando encima pero por suerte las pistas forestales que recorren Navarra parecen auténticas autopistas, anchas y lisas que nos permiten aumentar la velocidad de nuestras motos hasta llegar a nuestro destino en el precioso pueblo de Ochagavia, donde nos esperaba una buena chuleta de ternera con pimientos, premio más que merecido en el día de hoy.
Último día de nuestra aventura, las piernas ya empiezan a acusar el cansancio, los enlaces de carretera que al comienzo se hacían pesados y aburridos ahora son bienvenidos ya que te permiten sentarte en la moto y descansar.
Esta última parte transcurre entre preciosos bosques, con árboles tan grandes y frondosos que a veces parece que se estuviera haciendo de noche, y es precisamente saliendo de uno de ellos en Roncesvalles, cuando tras atravesar un pequeño arroyo y sortear una valla nos encontramos en una explanada con varios coches de la Guardia Civil, una furgoneta, un helicóptero… Uffff demasiado despliegue para unos pobres traileros ¿no? Ciertamente sí, se trataba de una especie de exhibición y por eso había tantos vehículos y agentes, así que tras volver a poner en su lugar ciertas partes de nuestro cuerpo que se nos habían subido a la garganta, continuamos el viaje, atravesando muchas veces y sin percatarnos de ello, la frontera con Francia, y cruzando preciosos y pintorescos pueblos donde todas las casas están pintadas iguales.
Saliendo de Leitza el track nos guardaba una sorpresa final, con una subida y posterior bajada a un monte, donde el camino prácticamente desaparece, subida técnica que en condiciones húmedas puede resultar muy difícil de realizar puesto que es una pradera de hierba con poca adherencia, sin embargo al estar seco conseguimos pasarla sin problemas ante la atenta mirada de los animales que pastaban por allí.
Y finalmente, mientras circulábamos por un camino, divisamos el mar Cantábrico, y la preciosa ciudad de San Sebastián. Muy cansados, con las motos muy sucias, pero muy muy felices y satisfechos, subimos al Monte Igueldo donde nos fundimos todos en un abrazo por haber podido completar una aventura tan increíble. Algo que por mucho que os haya intentado transmitir por aquí, deberíais vivir al menos una vez. Siento mucha envidia de los que estéis leyendo esto y aún no hayáis ido, porque la impresión de circular con tu moto por esos parajes es algo que solo se puede vivir una vez.
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Publicado el 04/11/2021
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