ISDE 2016: por Rafa Torres. Días 1 y 2

Crónica del primer y segundo día de Rafa Torres en los ISDE de Navarra 2016. La aventura de un amateur en una de las pruebas más duras del mundo.

Facebook
Twitter
Whatsapp
Redacción EnduroPro
Rafa Torres
Foto
Nicki Martínez y Jorge Ruiz
Fecha11/07/2017

Hablamos de:

Facebook
Twitter
Whatsapp
Redaccion EnduroPro
Rafa Torres
Foto
Nicki Martínez y Jorge Ruiz

fecha11/07/2017


DÍA 1. 326 Km

¡UUUUUuuuuuooooooo! ¡¡Llegó el día!!

La ansiedad es extrema. Me visto temblando, me coloco las rodilleras con precisión, las correas de las botas, la tensión del peto. Repaso 10 veces la riñonera: es vital llevar cosas suficientes para solventar problemas: llaves para desmontar la moto entera (están ya bien hechas, tampoco son tantas porque se repiten muchas medidas en los tornillos), bujía, manetas, palanca de cambios, sellador para una rotura de cárter o de radiadores, bridas… Y ya para el piloto: geles, pastillas de sal, agua…

Me sudan las palmas de las manos.

Cualquier error aquí puede dar al traste con todo: una rodillera mal puesta, una china en la bota, un guante pequeño o grande, olvidar la vaselina en los pezones… cualquier nimiedad se irá haciendo más y más grande hasta acabar contigo al cabo de las horas.

Entro al parque cerrado tratando de aparentar calma. Creo que no me sale, que de algún modo se me nota en la cara que estoy acojonado. Aquí además se pierde mucha identidad porque la mayoría son extranjeros, y claro no conocen mi tremendo historial de éxitos.

Compruebo una y otra vez en las listas mi hora de entrada: las 10:26. ¿Qué hora? Las 10:26. ¿Cuándo? Las 10:26.

Y entro a las 10:27, las cosas del directo.

Camino rápido hacia mi moto, tratando de que no se note mucho que ya llego tarde. Hasta el dorsal 542 hay que caminar bastante.

Y vuelta empujando hasta la salida.

Salimos de tres en tres.

Me ha tocado con un chico alemán, al que todo le sienta muy bien, y ya en parado cae en lo moto muy adelante y muy colocadito, y con Rosa Romero, Dakariana y muy experimentada. Tiene además ese toque de madurez femenina que le sirve para no hacer tantas tonterías como nosotros:

-En las cronos entra tú delante – me dice.

¿Ves? Esto es algo que ningún tío diría. Esto es reconocer que el otro puede ser mejor que tú, reconocer que no estás compitiendo contra el otro… Como no hay pugna yo me sincero:

-No te preocupes, que no creo que te pille en ni una. Si a mí con acabar esto me sobra…

Es lo que hay. Me hubiese gustado decirle: ok! Y punto, pero, mira no…

Así que arrancamos la moto, y no van a pasar ni 100 metros sin que entre en formato pavor. Qué 100 metros, ni 20.

¿Sabéis por qué? Porque no me entra la segunda marcha…

No entra.

La primera sí. La segunda no.

Estoy en el asfalto de la recta de meta de los Arcos, en unos ISDE que vuelven a España después de no sé cuántos años, y antes de llegar a la tierra ya estoy fuera.

Hay cosas difíciles, pero esto tampoco es fácil, ¿eh?

Joder.

¡Piensa! ¡Coño! ¡Raudo!. ¿Por qué coño no entra la segunda? ¿Está roto el cambio?

¿Has gripado?

¿Te han hecho sabotaje?

No grites, no grites todavía.

No te lamentes.

No te derrumbes.

Piensa.

Joder, piensa ¡¡PIENSA!! ¡¡RAFA, PIENSA!!

Piensa…

El protector de la bomba de embrague.

Es la pieza nueva que lleva la moto, y está encima de la palanca.

¿Y qué le pasa? ¿No era el suyo? ¿Es posible que fuese de otro modelo? Si es de otro modelo estoy jodido. Piensa. Piensa.

La moto avanza por la recta de meta, en primera, haciendo mucho ruido.

Es el suyo. Pone una H de Husqvarna. Lo he comprado en Arribas, concesionario oficial. Ellos nunca se equivocan, o al menos no deberían. Es el suyo, el fallo no está ahí.

Jadeo. Tengo el corazón desbocado.

Evita el pánico. Rafa, evita el pánico. El pánico te quita recursos. Piensa.

¿lo puse mal? ¿!LO PUSISTE MAL, SO CABRÓN!?

No, no se puede poner mal. Solo hay una forma de ponerlo…

¿Entonces?

Piensa, piensa...

¿Intento ir hasta la asistencia en primera? Si lo intentas estás fuera en el primer control por tiempo, suponiendo que no explote el motor antes.

Necesitamos otra solución.

Qué coño está pasando… piensa, piensa…

¡¡Ya lo sé!!:

¡¡La palanca!!

La palanca de cambio, joder, eso es lo que está mal puesto. ¡Está alta! La llevo alta para cambiar mejor de pie, herencia de las costumbres del Galápago cuando me sacaba a la sierra en esos tiempos lejanos, y ahora al poner el protector lo toca y no puede subir…

Se acaba la recta. Voy a detenerme fuera ya del circuito, ahí escondidito, en cuanto se sale al camino, para que no vea todo el mundo que he salido con la palanca de cambio mal puesta...que es que me da vergüenza. Paro la moto, me quito el cinturón, me tiro al suelo.

¡Exacto!, toca con el protector. La llave del tornillo es una 8. ¿Ves? Me sé los tamaños ya de memoria. Para que quepan mejor van colocados todos los acoples en un tubo de plástico. El vaso de 8 está el último. Paciencia.

Tiro el contenido como en las películas que se tienen que tomar una pastilla, al límite de tiempo, a vida o muerte, y se les caen varias antes de coger una y tragarla, con temblores.

Un juez de chaleco negro FIM aparece de la nada y me pregunta:

-Are you ok?

Le miro tirado en el suelo y le contesto:

-¡Ouuuh yeah!

Pasan varias motos que salían después. Cambio la posición de la palanca.

Arranco. Primera, segunda, tercera…. ¡UUUUUaaaaaa! ¡Seguimos en carrera!

A punto de hacer historia como el tío que menos duró en los Six days. Tremendo.

Ahora gas. ¡Gas y alegría!

 

Ese momento fue terrible. Después, vendría el polvo. Y la certeza de que los controles estaban mucho más apretados de lo esperado. Y de que el terreno se iba rompiendo y deteriorando de un modo insólito.

El primer día salí por dorsal, y me pasaban 15 motos en cada control horario. Después paraban para esperar su hora, yo entraba a la mía, y me volvían a pasar. 6 veces 6. Cada vez que me pillaba uno me creaba una cortina de polvo que tenía que atravesar a más de 100 por hora en las pistas, y cuando se iba aclarando, me pasaba otro. Y no podía parar, ni aflojar, ni respirar, ni ver.

Solo dar gas, y gas, y gas. Un tío que se llamaba Powell me pasaba como un avión, una y otra vez, y yo ya estaba inquieto por saber cuándo lo haría: “¿vendrá ya Powell? ¿con su camiseta USA, su nombre USA en la espalda, su ruido USA, y su jodido ritmo USA?”.

Y así durante más de 300 kilómetros. Esta distancia la mayoría de la gente no la hace en un solo día con una moto de enduro en su vida. Y ese día fue terrible. Además en un apoyo me retorcí la rodilla derecha y se me quedó la pierna encogida. Fue todo depresivo, cruel, abrumador.

Polvo, calor, sed, hambre, cansancio, dolor de cabeza, ruido, polvo, ruido, ansia, ruido, baches, prisa, baches, hambre, polvo, frenazos, acelerones, polvo, sol, sueño, sed, hambre.

Un día, dos, tres, cuatro, cinco...

Antes pensaba que si no acababa iba a necesitar un psicólogo. Después de este día estoy seguro de que como me pegue 6 días haciendo eso también lo iba a necesitar.

Pero estoy en meta. Y sin penalizar.

DíA 2. 326 Kilómetros.

He pasado toda la noche jodido con la rodilla. Me operaron de ligamentos la derecha con 17 años, y la izquierda de lo mismo hace 7, con 35. La derecha ya se me pellizcaba después de la operación cuando jugaba al fútbol. Me daba un pellizco por dentro y se me quedaba agarrotada.

Yo no le decía nada al entrenador, porque si se lo decía ya no me sacaba. Claro, no vas a sacar a alguien que casi no puede andar. Entonces disimulaba la cojera como podía y descubrí que si le daba patadas al balón aquello dolía, pero de repente llegaba una en la que se estiraba, se relajaba, como si se rompiese una bolsita de agua dentro, y se pasaba todo. A veces era a la primera patada. A veces a la quinta.

Así que por la noche me empiezo a dar Radiosalil, que es una crema que da mucho frío y mucho calor al mismo tiempo y hace te escueza tanto la piel que te olvidas de que lo que te dolía era lo de dentro. Después intento estirar la pierna. Tal como estoy no le puedo empujar a la moto, y yo a veces tengo que empujar.

Me gustaría que fuese de otra manera, pero no lo es.

Cuando tengo la rodilla ya caliente, o fría, o más bien alterada, por el Radiosalil, comienzo a dar patadas al aire. Me duele mucho. He perdido la soltura de desencajarla como cuando jugaba al fútbol.

Aproximadamente a las 5 de la mañana se rompe la bolsita ahí dentro y todo se relaja.

¡OOOooooh! Qué placer.

Qué alivio.

Podré dormir un poco.

Y en menos de lo que lo pienso ya estoy otra vez montado en la moto. Esta vez con una diferencia, y es que el orden de salida hoy ya es por Scratch (la clasificación de ayer) y no por dorsal, de modo que Powell va por delante de mí y hoy no me adelantará mil veces.

Se repite el recorrido de la jornada anterior, pero mucho más roto. Como soy una esponja de seguridad y cuando llega la absorbo con ansias, tengo mi primera caída fuerte en el cross test de Ancín. He pillado a uno y entonces me he vuelto loco tratando de adelantar, por eso de decir que yo también pillo a la peña en las cronos, pero era demasiado. Me he caído en tercera a fondo (siempre hay que decir eso porque significa que vas agresivo y rápido, y en tercera es una velocidad en la que una caída sin consecuencias es creíble, aunque te hayas caído empezando a acelerar en segunda…). En tercera a fondo, eso es. Sin consecuencias.

Hay un poco de humedad y el polvo no es tan denso como ayer. Después del cross test se pasa por una trialera que llaman la “Rompeculos”. Los endureros tenemos mucho criterio estético, más aún que George Lucas, para poner nombres.

La pataleo, luchando por encontrar la marcha adecuada. Acaba en unos escalones en los que hago un par de clonks.

¡Clonk!

Eso es que la moto se queda ahí fija, sin inercia, al tiempo que se cala, y suena clonk!.

Hay gente ayudando y yo me dejo ayudar, sin pudor.

La cosa marcha bien, tranquila, controlada. Durante la primera vuelta, la situación está dominada. Esto no era tan difícil. Ya me he acoplado a los ritmos y costumbres del evento… Fiesta! Esto marcha, joder!

Sin embargo, entre las asistencias de Larrion y Larraga, a eso de las 4 de la tarde, empezó a llover…

Necesito que comprendas esto bien, así que te lo pongo de nuevo:

EMPEZÓ A LLOVER.

Mucho.

MUCHO.

Y todo cambió.

El mundo se volvió oscuro, lóbrego.

Se mojó rápido, se encharcó.

Se tornó deslizante como un trozo de hielo sobre un espejo mojado de aceite.

A esa hora y en ese momento la carrera ya fue otra. El objetivo pasó a ser de supervivencia. Toda la paz se fue a la mierda.

Aún me quedan unos 70 kilómetros para acabar la vuelta, que debo hacer en unas dos horas y media.

 

En esos momentos tengo la caída más fuerte de los ISDE, al bajar un escalón (en tercera, a fondo) se me va la rueda de delante y caigo dando volteretas a una zanja. Lo último que para el golpe es la cabeza, y el casco se me arrastra por la ladera. Me quedo en una posición extraña, con los pies hacia arriba.

Me da vergüenza que me vean los que vienen por detrás.

Maldigo.

Grito.

Me levanto.

Estoy contusionado. Esa sensación que te queda cuando estás un poco desencajado, sin nada roto, pero con las cosas fuera de sitio.

Uf.

Pasa un chileno:

-Are you ok?

-¡Oooouuh yeah!

Yo es que parezco guiri.

Levanto la moto. Y tiro.

Hoy me ha tocado con un finlandés mayor y con algo de barriga en el mismo horario. Debe tener unos 50 años, y cuando lo he visto por la mañana estaba seguro de que lo iba a crujir. Ahora cuando esto se pone perro la técnica empieza a primar.

Va siempre de pie, con gas constante, sin fallar ni una. Sin aflojar, sin acelerones, pero sin aflojar.

Y se me va, se me va… Lo veo alejarse, vestido de rojo, como si el terreno aún estuviera seco.

En el enduro las apariencias no siempre anticipan la realidad, porque hay mucha fuerza, pero también mucha técnica.

A saber qué historial tiene el jodido finlandés. Que creo que es finlandés, pero también podría ser noruego, o sueco. Algo de eso.

Está cayendo un mar de agua. Las amenazas se hacen realidad:

-Como se ponga a llover aquí os vais a acordar del polvo.

Cada repecho es un desafío. El terreno es arcilloso. Se ven marcas de caídas en todos lados. La velocidad media ha bajado notablemente y por estos sitios que antes íbamos a más de 60 ahora con avanzar a 20 por hora nos basta.

Brutal.

Ya en las últimas pistas antes de la carretera que da al circuito de los Arcos tengo un momento de suerte de esos tan necesarios en estas movidas. Me meto en una rodera, en cuarta (a fondo), en una recta, y ya dentro veo que se hunde, se hunde, hasta acabar en un escalón en mitad del camino.

Puaj.

Joder.

Anticipo el dolor.

La moto choca, la horquilla hace topes y salgo despedido. La caída va a ser hacia la izquierda. Me agarro al manillar con todas mis fuerzas.

Como acto reflejo erróneo saco el pie izquierdo para evitar el golpetazo. Normalmente aquí me volvería a joder los ligamentos, o si las rodilleras CTI funcionan bien, la tibia.

Ay.

Ya me está doliendo.

Pego el zapatazo, y sorprendentemente no me caigo. La moto se endereza, hace un recto, me salgo al barbecho, pero no me caigo.

Han soltado a los leones, a los dragones, han abierto las puertas del infierno y la tormenta arrecia, pero hoy la suerte está de mi lado.

Más gas.

El ambiente es tétrico, oscuro.

Aún queda un desafío: cambiar la rueda.

Tengo claro que es imprescindible, porque dos días en terreno tan duro y con zonas rápidas se han comido mucho los tacos, y mañana el rollo va a estar blando y escurridizo.

Así que llego con las energías que me quedan, caballete, y a por la rueda. La saco. La meto en la Rabaconda.

Para no perder ni un segundo no me quito el casco.

Pillo los desmontables.

Me vuelco sobre la palanca.

Con todo mi peso.

Y el desmontable no entra.

¡Pero tío!

Haz fuerza, aprieta, aplica precisión.

No baja la cubierta ni un centímetro.

Ahí no podría meter ni un bisturí.

 

El mousse caliente se hincha. Me lo advirtieron. Jakov, el profesor cambia neumáticos estonio, y antiguo Petardo, me lo dijo 12 veces.

Nunca había cambiado una rueda en caliente.

Llueve, llueve, llueve. Y yo miro la rueda impotente.

Cambio de estrategia. Me pongo enfrente. Lo intento como siempre, con la fuerza de los brazos hacia abajo. Aprieto, aprieto, aprieto.

Aquí va a estallar algo.

Esto está a punto de explotar.

Crujen las entrañas del sistema, los radios, la llanta, mis músculos, mis huesos, mis tendones se tensan como cables…

Entra el primer desmontable, el segundo, el tercero. El cuarto.

Lo levanto en cruz y saco la cubierta. Le doy la vuelta a la rueda y empujo con el soporte, rebaño un poco y sale limpia. ¡Este aparato está bien pensado, que sí!

Vamos. Alivio.

Vamos.

Ahora el proceso es rápido. Todo me sale bien.

En menos de 5 minutos tengo el neumático puesto y talonado, con el mousse dentro.

Vuelvo a la moto para meter la rueda. Los mecánicos gritan los siguientes pasos, el tiempo que nos queda, preguntan por llaves y herramientas.

Hay más gente cambiando ruedas. Lo sé por el ruido de metales chocando, aunque ni miro.

Esto era más fácil frescos, en seco, sin presión.

-Levanta más la rueda, ¡¡no llegas al eje!! – Jhero de Muriel me grita al oído sin piedad.

Lo intento. No puedo ponerla otra vez en la moto.

-Levanta más la rueda, joder, QUE NO LLEGA!

No puedo.

Jorge Ruiz ya ha llegado a los ISDE y está en nuestra asistencia, con su cámara:

-Rafa, tienes que subir más la rueda, no entra el eje

Y Jhero:

-¡¡SUBEMÁSLAPUTARUEDAQUENOENTRAHOSTIA!!- noto su saliva escupida en mis ojos.

Uf. Me siento en un caballete. Me quito el casco.

-No tengo fuerzas ni para levantar la rueda, joder. ¡JODER!

Casi lo susurro, pero me entienden. Ahora ya no me chillan.

Estoy hiperventilando. Esto es un desparrame. Necesito aire. Aire o me desmayo.

O me sereno y recupero el pulso o no pongo la rueda en dos horas.

Así que después de respirar, y calmarme, como tantas cosas en la vida, la pongo como siempre.

Penalizo 6 minutos por la lluvia y 2 más cambiando el neumático.

Yo sé que en el fondo no soy uno de ellos, pero ahí está mi moto, en el parque cerrado del segundo día de los ISDE.

Y con la rueda nueva puesta.

Somos pilotos.