Sin duda son dos motos exigentes a ritmos altos, con un comportamiento excepcional en carretera, obviando la escasa protección aerodinámica, aunque algo mayor en la MT-10 gracias al diseño del frontal. Con ellas puedes ir tranquilamente, disfrutando de las carreteras reviradas e incluso de la ciudad. Está claro que no es su hábitat, pero que no te engañen sus líneas agresivas y salvajes, son más dóciles de lo que parecen. Solo con leer sus cifras de potencia, peso o par motor, ya asustan, pero solo te encontrarás con esas bestias si lo buscas. Tanto KTM como Yamaha han hecho un gran trabajo en cuanto a su funcionalidad y son mucho más polivalentes de lo que aparentan ser.

En la KTM la primera marcha es corta y créeme que el tacómetro se acaba pronto si aceleras con decisión. Esta marcha es un mero trámite para salir pues su gigantesco par hace que tengas potencia a raudales en cualquier marcha. Su bicilíndrico es salvaje, más que la MT10 en marchas cortas, aunque es en las largas y estirando el cuentarrevoluciones cuando la japonesa saca pecho y explica sus orígenes de R1.
La MT-10 es más suave en su respuesta al acelerador, sobre todo en las primeras marchas. Detalle que en el circuito de Correcaminos se agradecía ya que te permitía hacerlo en las dos primeras marchas sin problemas y con un empuje imponente si abrías fuerte el gas.

La electrónica que incorporan ambas motos permiten tener todo bajo control en todo momento. Saber que si necesitas realizar una frenada de emergencia el ABS va a saltar o que si tienes que acelerar fuerte inclinado o con el piso mojado, el TCS te va a evita sustos, es un seguro que te permite salir a carretera o circuito con total confianza. Además disponen de modos de conducción y ajuste de la interacción del ABS y TCS según tus necesidades o preferencias. En el caso de la MT-10 también tiene control de crucero, un detalle inusual en una naked.
Aunque el concepto de moto es similar, su fabricación y estructura es tan distinta que es difícil compararlas. Su principal diferencia radica en el chasis: multitubular de acero para la austriaca y de doble viga aluminio para la japonesa. Esto determina su comportamiento. La KTM cae mejor en las curvas más reviradas, es más ágil y lee tus movimientos con precisión pasmosa, pero el aplomo de la Yamaha a alta velocidad roza la excelencia.

¿Con cuál te quedas?
Es muy difícil resistirse a los encantos de semejantes máquinas, que llaman la atención allá donde vayan. La KTM 1290 Super Duke R, más agresiva, te hace sentir el poder de su bicilíndrico de 1.301cc en tus venas desde que engranas la primera. Podemos decir que es una moto R camuflada, puesto que en componentes y comportamiento no tiene nada que envidiar. Es, quizás, la moto más bestia que se ha fabricado hasta la fecha o por lo menos esa era la intención de KTM cuando la lanzó al mercado. Además es fácil de llevar y cómoda, pero implacable cuando quieres batir el crono.
La recién llegada Yamaha MT-10 está llena de cualidades como era de suponer al heredar gran parte de los componentes de su hermana deportiva, la R1. La casa de los diapasones ofrece una moto más dócil, todo es más suave y progresivo, pero eso no quita que sea igual de salvaje pilotada al límite. La entrega de potencia es espectacular y la seguridad que transmite al piloto es simplemente espectacular, su electrónica lo hace todo fácil.
Yo siempre digo que la moto que elijas, tiene que ser con la que sonrías cada vez que bajes al garaje. En este caso es difícil, pues ambas te generarán esa sensación. Muchas veces hacemos caso omiso a nuestro cerebro y dejamos de lado la funcionalidad para escuchar a nuestro corazón. Hazlo, detente ante estas dos bestias, míralas, analiza cada componente, escúchalas… Ahora cierra los ojos e imagínate sobre una de ellas… Sí, esa es la tuya…