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500 2T: Los años mágicos

500 2T de Gran Premio: Los años mágicos del Mundial de Velocidad

La entrada en escena del motociclismo norteamericano marcó una nueva era en el Mundial de 500. Durante 15 largos años, la “clase reina” fue patrimonio prácticamente exclusivo de los norteamericanos, y su presencia en el campeonato siempre se ha asociado al concepto de la era dorada de las 500.

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Redaccion Moto1pro
Juan Pedro de la Torre
Autor Foto
MotoGP, Archivo
Fecha03/09/2015

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Fecha03/09/2015


El primer norteamericano que llegó al Mundial de 500 fue Pat Hennen, que aterrizó en el campeonato en 1976. Hennen impresionó en su debut, pero eso no era nada comparado con lo que supondría la presencia norteamericana en el Mundial de Velocidad durante los quince años siguientes. Con ellos el campeonato cambió radicalmente, y su concepción del “negocio de las carreras” marcó un salto hacia el profesionalismo.

Pat Hennen fue un entusiasta pionero que llegó al Mundial con una mano delante y otra detrás. Llegó al campeonato desencantado de la competición norteamericana, donde el “dirt track” tenía más peso que la velocidad pura, pero más adelante se vio como el “dirt track” fue la esencia del éxito norteamericano en 500. Pero fue en 1978 cuando, verdaderamente, se inició una nueva era en el Mundial de 500, con la llegada de Kenny Roberts, el mejor piloto de Estados Unidos, que decidió cruzar el Atlántico para ver qué era aquello que se hacía en Europa. 

Roberts impresionaba por su estilo, rodilla a tierra, un modo de pilotar que nada tenía que ver con la ortodoxia europea y que, paradójicamente, había tenido su inspiración en Jarno Saarinen. Roberts vio a Saarinen usar las rodillas como punto de contacto en las 200 Millas de Daytona de 1973, cuando el finlandés se convirtió en el primer piloto no norteamericano que ganaba la mítica carrera. Esa forma de pilotaje era herencia de sus años de “ice-racing” en su Finlandia natal. Se avecinaba una verdadera revolución y asistíamos a la eclosión del dominio norteamericano en la categoría.

500 2T: Los años mágicos

Hennen no pudo disfrutar con plenitud del éxito. En 1977 corrió en el Tourist Trophy y no le fue mal porque acabó quinto en el Senior TT. Eso le animó a aceptar la invitación que le cursaron en 1978 y sufrió un grave accidente que le tuvo varias semanas en coma, pero, milagrosamente, se recuperó aunque quedó apartado de las carreras.

Roberts se quedó prácticamente solo. Su talento y esa forma de hacer las cosas tan diferentes hicieron que dijeran de él que parecía un marciano, un ser de otro planeta. Roberts fue el primer campeón norteamericano de 500, y su éxito abrió las puertas del Mundial a varias generaciones de pilotos estadounidenses, herederos de una forma de entender las carreras de velocidad bien diferentes a lo que se estilaba por entonces en Europa, que en los 16 años siguientes acapararían el 80 por ciento de los títulos y el 65 por ciento de las victorias en el Mundial de 500. El reinado de Roberts se extendió durante sólo tres años, y se vio interrumpido por la eficacia de Marco Lucchinelli (1981) y Franco Uncini (1982) a lomos de las nada exóticas pero sí efectivas Suzuki RG 500 del equipo Gallina.

Roberts fue el primer campeón, y reinó en 500 de 1978 a 1981. Tras él llegarían más pilotos: Randy Mamola, Mike Baldwin, y un jovencísimo Freddie Spencer que sería el encargado de que el título de 500 retornara a manos norteamericanas en 1983, tras una épica temporada de lucha con Roberts, en el año de su despedida del campeonato, que marcó uno de los momentos más intensos en la historia del campeonato.

Después, salvo en 1987, año de gracia del australiano Wayne Gardner, todos los títulos fueron para Estados Unidos hasta 1993: Eddie Lawson (1984-1986-1988-1989), Spencer de nuevo en 1985, Wayne Rainey (1990-1991-1992), y finalmente Kevin Schwantz, en 1993.

500 2T: Los años mágicos

Cuando el Mundial de 500 evoluciona y sus motos son cada más y más potentes, el estilo de conducción cambia. Los pilotos pedían más y más potencia, y los técnicos daban más y más CV sin tener muy claro cómo sujetar semejante caballería. Las motos se convirtieron en potros indomables para los pilotos europeos, que a duras penas se hacían con ellas, porque carecían de la formación adecuada en el control del derrapaje.

Pero los norteamericanos, acostumbrados desde niños a otro tipo de conducción, enseguida supieron acoplarse a la moto y sacar ventaja a su experiencia. En Estados Unidos las carreras de velocidad ocuparon siempre un segundo plano. El campeonato más importante era el Grand National, una competición que combinaba “dirt track” y velocidad, y en donde las carreras en óvalos de milla, media milla y cuarto de milla eran más numerosas que las pruebas de velocidad. Allí, corriendo con potentes motos de 750cc, es donde Roberts y toda la generación posterior aprendió a derrapar.

Volviendo al pasado, cuando los norteamericanos, esos alienígenas, llegaron a la tierra, las 500 estaban en torno a los 120 CV de potencia y tenían una exagerada tendencia a sobrevirar que terminaba, normalmente, de muy mala manera para su piloto. Los norteamericanos, usando las técnicas del “dirt track”, enseñaron a controlar la derrapada y conducir la moto con la rueda trasera. Los pilotos europeos tardarían mucho, mucho tiempo en aprender esa técnica.

Roberts se retiró al finalizar la temporada 1983, derrotado por el joven Spencer, que a sus 21 años se convirtió en el campeón más joven de la “clase reina”. Spencer fue destronado por Eddie Lawson en 1984, pero volvió a ganar en 1985, logrando el doblete en 250 y 500, algo que nunca antes nadie había conseguido, un esfuerzo máximo. En 1986 Spencer se encontraba exhausto, y no fue capaz de hacer una sola carrera. Lawson tomó el testigo de nuevo, pero volvió a perder el trono al año siguiente, en este caso a manos del australiano Gardner.

500 2T; Los años mágicos

La Edad de Oro

La temporada 1988 marca el inicio de la edad de oro del Mundial de 500. Por primera vez los tres fabricantes japoneses presentes en el campeonato disponen de motores V-4 competitivos, Lawson –que volvería a ganar el título– y Gardner se encuentran en su plenitud, y además llegan al campeonato dos nuevos pilotos que marcarán un antes y un después en la “clase reina”: Wayne Rainey y Kevin Schwantz. Ninguno de los dos son extraños: Rainey fue piloto del Team Roberts en 250 en 1984, pero su paso por el Mundial fue bastante decepcionante, volviendo a Estados Unidos, donde se consagró en el AMA SBK y el campeonato AMA F1. Schwantz, un viejo rival de Rainey en el AMA SBK, llegó a los Grandes Premios en 1986 corriendo todavía con una Suzuki RG de motor cuatro en cuadro, pero en 1987, ya con la nueva RGV, empieza a dejarse notar.

Rainey y Schwantz simbolizarían la lucha por la hegemonía en el Mundial de 500. Lawson rompió con su racha de títulos alternos ganando el Mundial de 500 en 1988 y 1989, esta vez con Honda, sorprendiendo con un repentino cambio de equipo.

A partir de 1990, el Mundial fue patrimonio de Rainey, con permiso de Schwantz. La progresión del joven australiano Mick Doohan, llegado al Mundial en 1989 desde las filas de Yamaha y SBK, le permitiría poner en discusión la superioridad de Rainey y Schwantz. El primero sumó tres coronas consecutivas de 1990 a 1992. Rainey representó la antítesis del desgarbado Schwantz, nervioso e inquieto sobre la moto, capaz de tantas genialidades como de errores inexplicables que, en muchos casos, le dejaron sin opción al título.

500 2T: Los años mágicos

La suerte del motociclismo norteamericano parecía llegar a su fin en 1992 cuando Honda puso en pista la nueva NSR 500 con motor “big bang”. Doohan abrumó en las primeras carreras de la temporada, pero cuando disfrutaba de una amplia ventaja sufrió un grave accidente en los entrenamientos del Gran Premio de Holanda. Regresó maltrecho en las dos últimas carreras del año, pero no pudo evitar que Rainey, también mermado por las lesiones, se proclamara campeón por tercera vez por sólo cuatro puntos de ventaja, la diferencia más corta desde la pugna Spencer-Roberts de 1983.

Doohan arrastró las secuelas de su lesión y una fractura de muñeca invernal a lo largo de 1993, y no tuvo opciones ante Rainey y Schwantz, que volvieron a ofrecer otra vibrante temporada. Desgraciadamente todo se resolvió de forma trágica y anticipada en el Gran Premio de Italia, en Misano, al sufrir una caída Rainey en la que se fracturó la columna vertebral, quedando parapléjico. Schwantz fue campeón, pero de un modo que nunca le hubiera gustado. Para él fue un drama personal, porque la retirada de Rainey le creó un vacío existencial que anuló buena parte de su competitividad. Las lesiones y las ausencias le hicieron perder la motivación, y a mitad de la temporada 1995, Schwantz, el último de la estirpe de los desbravadores norteamericanos, dijo adiós a las carreras.

El martillo de Doohan

Mick Doohan impuso su voluntad en el campeonato durante las cinco siguientes temporadas. Nada ni nadie pudo frenarle; su único enemigo fue él mismo, y su obsesión, no ya por ganar, sino por arrasar, le encaminó hacia la autodestrucción. Doohan estaba listo para ganar mucho antes de que llegara su primer título, pero las circunstancias hicieron que tuviera que esperar para su inevitable coronación. Doohan fue un tipo rudo y arisco, con un carácter fuerte, exigente consigo mismo y poco generoso de cara al exterior. En cierto modo, hay mucha semejanza entre Doohan y los otros campeones australianos de la “clase reina”, como Wayne Gardner y Casey Stoner. Cuando hablan no existe filtro alguno: dicen las cosas como las sienten.

El efecto que el “big bang” produjo en la categoría de 500 podemos calificarlo como democratizador. Los pilotos arraigados en el “clase reina”, la escuela norteamericana, los australianos, aquellos que no llegaban a 500 procedentes de las categorías inferiores de los Grandes Premios, habían incrementado su presencia en la clase superior, tanto en cantidad como en calidad. El “big bang” propició que cualquiera con talento pudiera aspirar a ganar carreras, sin importar su origen.

No sería hasta 1996 cuando Doohan dio, por fin, con un rival que le apretó las clavijas: Alex Crivillé. Doohan comprendió que algo debía cambiar, que necesitaba algo distinto para marcar diferencias, y decidió abandonar el motor “big bang” y regresar al brusco motor de antes que nadie más quería utilizar. En 1997 contemplamos al Doohan más auténtico, a su esencia más pura. Consciente de la notable exigencia física a la que tendría que hacer frente, ese invierno se preparó como nunca, ganando tres kilos de masa muscular. Su dominio en esa temporada fue brutal. Y volvió a coger a todos con el pie cambiado. Al año siguiente Max Biaggi entró en escena y la categoría cambió con la llegada de la gasolina sin plomo, que hizo los motores más dóciles. Pero Doohan se las apañó para seguir reinando, sin fallar en los momentos clave de la temporada, a final de año.

En 1999 vuelven a verse todos las caras, pero hay algunos cambios. Biaggi se fue a Yamaha, y en Suzuki fichan a Kenny Roberts jr., quien, sorprendentemente, gana las dos primeras carreras del año. En la tercera, Jerez, Doohan vuelve a sufrir un grave accidente en entrenamientos y ahí se acaba su reinado. Ese año, Crivillé se muestra intratable y consigue, con brillantez, el título, el primero del motociclismo español en la clase reina, el que ponía fin, definitivamente, a los años de dominio alienígeno en el Mundial. Después llegaría Valentino Rossi, pero eso ya es otra historia.

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Años dorados no tan dorados

Habitualmente se alude a la época de los inicios de los años noventa como la Edad de Oro del Mundial de 500, y la memoria selectiva nos hace pensar que todas las carreras de aquellos años fueron como las que pudimos ver en Suzuka en 1989, 1991 o 1993, un mano a mano de principio a fin. Pero no fue así. Hay muchas sombras, más que luces, en aquella etapa, en la que las carreras se ganaban con muchos segundos de ventaja, o simplemente se decidían por unos neumáticos que se venían abajo, o lo que es peor, por una dura caída, con uno de los pilotos descabalgados bruscamente por su indómita montura.

Que no te engañen tus recuerdos. Fueron años dorados, sí, con destellos de magia, pero la competición entre las estrellas a veces se limitaba a unos simples fogonazos. Puedes repasar esta estadística para comprobar por ti mismo las diferencias existentes a lo largo de la historia de la “clase reina”, comparando la etapa de 500 con la de MotoGP.

Año

Media de pilotos en parrilla

Ventaja media del ganador

% de pilotos doblados

1967

28,7

1’28”

83,5%

1970

32,1

1’51”

63%

1977

30,8

14”3

32,9%

1982

33,8

8”3

41,4%

1990

18

6”6

64,4%

1992

28,1

9”6

41,3%

2001

21,8

2”175

11,9%

2002

20,5

3”208

6,8%

2007

19,6

5”748

4,9%

2014

23,1

2”402

0,72%

 

El dominio alienígena (1978-1999)

Estadística de títulos y victorias desde la primera corona norteamericana (Kenny Roberts, 1978), hasta el cambio de ciclo (Alex Crivillé, 1999).

 

País

Títulos

Victorias

Estados Unidos

13

143

Australia

6

77

Italia

2

26

España

1

17

Holanda

-

7

Japón

-

7

Gran Bretaña

-

6

Francia

-

2

Nueva Zelanda

-

2

Brasil

-

1

Suiza

-

1

Venezuela

-

1