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Rossi en Le Mans

¿Por qué sigue corriendo Valentino Rossi?

La imagen del GP de Francia ha sido la caída de un piloto y no el triunfo (o el podio) de otros. El debate del error de Rossi (y no el de Márquez) seguirá vivo mucho tiempo en las redes sociales. Opina lo que quieras: vas a tener razón. Porque la clave está en tus motivos.

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Redaccion Moto1pro
Diego Lacave
Foto Fecha21/05/2017

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fecha21/05/2017


El Gran Premio de Francia de 2017 pasará a la historia del motociclismo como el día en el que todos los pilotos candidatos al triunfo en MotoGP, desde los que se subieron al podio como los que rodaron por los suelos, se comportaron como los auténticos campeones que son. Un novato corrió como un veterano y quedó segundo. Dos veteranos fallaron como si fueran novatos y rodaron por los suelos. Y una rutilante estrella volvió a brillar; y ganó, mucho más que una carrera.

Pero hay mucha gente que señala a un solo perdedor: Valentino Rossi. Y en una de las múltiples conversaciones de Twitter, me encuentro con una sentencia brillante: “hoy su ambición ha superado a su talento”. Y, como yo tengo una razón, y mil motivos, para aplaudir con todas mis fuerzas a un novato que lleva más de dos décadas haciendo magia en el motociclismo; arrimo el ascua a mi sardina y me arranco con mi copla. Como cantaba Kiko Veneno: "es un momento, no duele ná".

En todos los deportes de élite, como en la vida, hasta en la historia de la especie humana sobre la faz de la tierra, la clave del éxito reside en que la ambición siempre sea superior al talento. Y al honor, la verdad, la justicia, la salud o la familia: la ambición es la (triste o grandiosa: elige) verdad que está detrás de cualquier triunfo. El “hambre” es la clave del deporte de competición. Y esto sirve tanto para Marc Márquez como para Tito Rabat, pongo por caso. Sin ambición, el palmarés de Tito no sería el que es; ni Marc hubiera ganado sus dos primeros años en MotoGP. Cada uno con sus razones; cada objetivo con sus motivos.

Todos creemos saber por qué sigue corriendo, Valentino Rossi; y nos obsesionamos con el que pensamos que es, su único anhelo: la décima corona mundialista. Para tantos, una quimera en toda regla. Y en realidad, un objetivo secundario que ha dejado de ser “el motivo” por el que Rossi compite. Los viejos “mantras” del propio Valentino, se han vaciado de razones. Antaño decía: “sé que caigo simpático, pero sé también que es porque gano”.

El tiempo ya nos enseñó a corregir ese error: echad la vista atrás y vestidlo de rojo. Mientras la motivación de Valentino Rossi se desangraba entre horquillas, basculantes y séptimos puestos a un minuto de la cabeza; su afición de todo el mundo y de toda la vida alimentaba, recomponía, su legendaria y ahora maltrecha fuerza mental cada fin de semana de carreras. En todos los circuitos la gente seguía abarrotando la puerta de su box. Y en el GP de Italia, en las clásicas invasiones de pista, nadie se movía hasta que el de Tavullia salía a saludar desde un podio con otros inquilinos abonados a un triunfo que él añoraba.

La ambición llevó a Rossi a desandar el camino de vuelta a Yamaha y a la senda de la victoria. Y ahora se niega (esto también es ambición) a que la foto final de su carrera sea la de 2015. Si tiene que perder, que sea como en Francia 2017. Su afición sigue ahí, empujando a un icono que está dando una lección de actitud. Pueden sentirse orgullosos de su ambición 46 veces al día; aunque otros les machaquen 93 veces con argumentos sobre su talento. Una buena parte de todo lo grandioso que está pasando con Valentino Rossi es culpa de sus fans. Su ambición y sus errores; y sus razones y sus motivos, también.