Moto1pro

Editorial

La moto, una isla para los verdaderos aficionados.

Máximo Sant
09/07/2019
Máximo Sant reflexiona sobre las motos y los coches autónomos.

Haciendo mi trabajo de periodista tuve la fortuna de charlar, fuera de micros y relajadamente, con un joven ingeniero dedicado a los coches autónomos. Permitidme que no digo ni su nombre ni el de la marca, llamémosle, simplemente, “el ingeniero”.

Le pregunte por los coches autónomos, “¿cuánto tiempo falta para que los coches autónomos sean una realidad?”

Ingeniero: “Técnicamente se podría decir que mañana. La tecnología ya la tenemos y falta ponerla a punto y abaratarla, pero estamos muy cerca. Los problemas no son técnicos, sino de otro tipo: Las infraestructuras, los seguros, la coexistencia entre coches autónomos y convencionales, inconvenientes incluso legales… eso va a ser lo más difícil, sin duda. Básicamente, problemas políticos que deben de solucionar los políticos”.

No me pude resistir: “Pues si la implantación del los coches autónomos depende de los políticos, va a tardar en implantarse, eso seguro”.

Ingeniero: “Lo cierto es que sí, pero la Unión Europea parece que se está tomando en serio este asunto, porque detrás está la posibilidad de salvar vidas, que es la gran ventaja de los coches autónomos, que permitirían una importante reducción de accidentes… y de incidentes, porque muchos de los pequeños accidentes en forma de alcances o golpes urbanos, prácticamente desaparecerían”.

Pero insistí en un asunto que me preocupa: “Pero, ¿cómo sería la convivencia entre coches con conductores humanos y los autónomos? Me imagino a una cola de coches autónomos esperando para tomar un desvío y a un coche conducido por un ser humano, que se cuela a todos, que le van a dejar pasar, ¿es esto así?”

Ingeniero: “Sí, es exactamente así. El coche autónomo no tiene ego, no se pica y solo trata de evitar el accidente. Por eso somos muchos los que creemos que habrá zonas segregadas, por ejemplo comenzando por los centros de las ciudades y cosas semejantes”.

 

Y por fin lancé la pregunto que quería hacer desde el principio: “¿Y habrá motos autónomas?”.

Con lo que se enrollaba el ingeniero y la respuesta a esta pregunta fue monosilábica: “No”.

Insistí: “¿No habrá motos autónomas? ¿Es que los motoristas no tenemos derecho? Yo he visto algunos vídeos de motos que van solas.”

Ingeniero: “Derecho sí. Y tú lo has dicho: Motos que van solas, sin pasajero. Y es que la tecnología de un coche, en la dinámica de la conducción, no puede utilizarse en una moto. En las dos ruedas la tecnología sería más compleja, más cara, en una industria menos potente y con un margen económico más estrecho. Hoy día hay motos urbanas por 2.000 € y hacerlas autónomas multiplicaría su precio por dos, tres o cuatro. Inabordable.”

Y me acordé de el motivo por el que me había decidido a sentarme con este ingeniero y no con otro: “Pero, ¿tú eres aficionado a la moto?.”

Ingeniero: “Sí. Voy mucho en moto. Y en las pruebas de coches autónomos me subo con toda confianza, como quien se sube en un taxi… pero en una moto autónoma no me montaría, como no me fío de ninguno de mis amigos moteros para ir con ellos de paquete.”

Y entonces, dijo la frase que más me sedujo:

Ingeniero: “Cuando los coches autónomos se popularicen, probablemente las motos se conviertan en una isla para los que nos gusta conducir. Con la ventaja de que los coches no nos tirarán”.

Así que yo me imagino en moto rodeado de coches autónomos que te respetan en las rotondas, que no te cierran y que incluso te apartas si te acercas mucho. Me empiezan a gustar los coches autónomos.

Máximo Sant
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Máximo Sant

Soy un motero atípico. De pequeño me preguntaban si quería más a mi madre o a mi padre y ahora si me gustan más los coches o las motos. No lo sé, pero me gustan mucho. De hecho llevo casi ¡40 años! en esto del periodismo del motor… y no me aburro.

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