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Nuestro último número de la revista va de “primeras motos”. En uno de los artículos ya os cuento cuál fue la primera moto que conduje… y ahora os voy a hablar de la primera a la que me subí, pero como pasajero. Digo como pasajero porque eso de “paquete” no me gusta, me parece despectivo.
Como podéis imaginar fue la moto de mi padre, una ISO 125, eso sí, como insistía mi padre, “de rueda alta”. Una moto muy particular, pues tenía un motor de dos pequeños cilindros pero una sola biela con forma de “Y”. Guardo muy buenos recuerdos de esa moto y sobre todo, muchas anécdotas. Y es que, el mundo de la moto ha cambiado mucho… tened en cuenta que os hablo de los primeros ’70.
Mi padre la tuvo muchos años, muchos, más de 20. Era, como se suele decir de las mascotas, “una más de la familia”. Y no es broma. Los veranos, de forma alterna, un año sí y otro no, mi padre la desmontaba entera y se la subía a casa. Dejaba el chasis limpio, lo pintaba, retocaba alguna soldadura, revisaba el sistema eléctrico que en una ocasión rehízo por completo, desmontaba el motor, cambiaba segmentos… Mi padre no era mecánico, pero era un verdadero “manitas”.
Éramos cuatro y como yo era pequeño, tenía el privilegio de ir en la moto, entre mi padre y mi madre. Cuando íbamos al cine, mi hermano iba en el autobús y nosotros detrás, haciendo las mismas paradas, claro está.
Cuando íbamos de vacaciones, generalmente de camping, mi padre iba en la moto con todo el equipaje y, cuando era posible, en paralelo al tren, que no era precisamente “de alta velocidad”… Nosotros seguíamos a mi padre desde la ventanilla del tren, de lejos apenas se veía un bulto con una rueda por delante.
Y por supuesto no usábamos ni casco, ni gafas, ni cazadoras con protecciones… ¡ni airbag! Los días fríos un par de “jerséis” y un abrigo y mi padre, en caso límite, un periódico en el pecho: el “Gore-Tex” de esa época.
Os decía al comenzar que el mundo de la moto ha cambiado mucho y ha cambiado para bien. Los motos de hoy día son fiables, cómodas, rápidas y seguras. Pero si las motos han cambiado, el equipamiento lo ha hecho aún más… os lo aseguro, somos unos afortunados.
Pero también os digo una cosa con cierta nostalgia: Esos tiempos tan duros tenían su encanto. Ya lo decía mi madre cuando viajábamos en moto en invierno: “La familia que pasa frio unida, permanece unida…”
Soy un motero atípico. De pequeño me preguntaban si quería más a mi madre o a mi padre y ahora si me gustan más los coches o las motos. No lo sé, pero me gustan mucho. De hecho llevo casi ¡40 años! en esto del periodismo del motor… y no me aburro.
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