Seduce a tu pareja para montar en moto

Antes de nada hay que considerar que la casuística en torno a seducir a tu pareja para montar en moto es infinita. Cada relación de pareja es distinta, es evidente, pero es que, más lejos aún, cada persona es distinta. El mismo punto de partida es esencial: no es lo mismo tratar de seducir a alguien que desconoce el mundo de las motos que a alguien que directamente las tenga miedo, o peor todavía, que las aborrezca.

No es nuestro propósito convertir el agua en vino (véase milagro), sino abordar el tema desde el supuesto del desconocimiento de la maravilla que supone montar en moto en tu tiempo libre. El titular también es un poco ambiguo, porque se puede seducir a la pareja para que monte con nosotros o para que monte en su propia moto. Consideremos este segundo caso, tan atractivo y deseable, como una evolución del primero; significará, en caso de darse, que la seducción ha tenido éxito.

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Vayamos al grano. El primer punto es tan esencial como básico: la primera experiencia ha de ser recordada y recordable como agradable y divertida. Aquí hay que ser extremadamente cuidadoso. Como analogía, imagina que te sacan a navegar a vela por primera vez en un día agradable. Buen viento y pocas olas, pero resulta que eres sensible al mareo. Durante toda la navegación solo pensarás en volver a puerto y no querrás volver a subir en nada que flote. Hay que tener el mismo cuidado si tu pareja no ha montado nunca en moto y escoger bien la ocasión y el entorno. Si su primera experiencia es placentera, querrá repetir.

Como hemos dicho antes, hay gente para todo y todo puede gustar, pero lo deseable es no pasar frío en ese primer paseo y mucho más importante, no pasar miedo. La capacidad de aceleración de una moto es generalmente muy superior a la de cualquier otro vehículo terrestre y puede que habite en ti la tentación de mostrar a tu pareja “lo bien que anda” tu montura. Ojo, porque puede que ahí sea donde le coja manía para el resto de su vida. En esa circunstancia, eres tú quien tiene las de perder a largo plazo. Vayamos pues, de menos a más.

El momento y el lugar son más importantes que la propia moto. No es lo mismo pasear a tu pareja por las anchas vías del polígono industrial más cercano en tu RR que invitarla a un romántico fin de semana en una ciudad desconocida para ambos (escoge la que quieras) y explorar sus barrios a lomos de un scooter de 125 que hayáis alquilado juntos. Será una experiencia tan bonita, romántica y agradable vinculada a la moto como alquilar una Grand Tourer e iros de Paradores por España, pero igual o más efectiva y mucho más barata.

Por mucho que sea evidente, hay que anteponer la seguridad ante todo y equipar a tu pareja con el mismo cuidado con que te equipas tú mismo (doy por hecho que te proteges como Dios manda). Montar en moto implica muchas sensaciones a la vez y la sensación de ir protegido influye definitivamente a la hora de percibir un estímulo por primera vez.

Si esa primera experiencia es positiva, tenéis mucho ganado. Es evidente que llegará el día en que os mojéis, paséis frío o tengáis una avería, pero con el tiempo y los kilómetros, tu pareja se dará cuenta de que las dificultades de la ruta no sólo son parte del encanto, sino que refuerzan el vínculo y el amor por las motos. Y entre vosotros mismos.