Con el comienzo del año nuevo, toca hacer el Balance de Seguridad Vial del año 2015 emitido por el Ministerio del Interior y la Dirección General de Tráfico. Ambos organismos han mostrado cierta satisfacción ya que en 2015 se ha producido un retroceso del 1% en el número de fallecidos y del 2% en los heridos hospitalizados a consecuencia de un accidente de tráfico con datos a 24 horas y sólo en vías interurbanas.

Sin embargo, se trata de una reducción de 6 personas y 105, respectivamente dentro de unos números totales que aún son escalofriantes: 1.126 fallecidos y 4.843 heridos. No queda otra que ser optimistas, más si tenemos en cuenta que se trata de un mínimo histórico desde 1960 tenienedo en cuenta que entonces había 1 millón de vehículos circulando y hoy ya son 31 millones.

Sin embargo, la alarma salta cuando hablamos de las motos con los siguientes datos:

• Número de fallecidos en moto en 2015: En motocicleta han sido 219 (49 más que en 2014) y 28 en ciclomotor (11 más que el año pasado).

• Uso del casco: De los 219 fallecidos en motocicleta, 9 no utilizaban el casco. Entre los 28 fallecidos en ciclomotor, 4 tampoco llevaban el casco.

Sorprende que todavía haya usuarios que no utilicen el casco y que haya crecido el número respecto al año anterior. También habría que tener en cuenta a aquéllos que, a pesar de llevarlo puesto, no lo utilizaban correctamente abrochado o lo tenían en mal estado y no ha podido hacer su función protectora correctamente. Nos queda mucho trabajo de pedagogía en este campo.

En cualquier caso, es un escándalo que haya crecido tanto el número de fallecidos en moto, de 187 en 2014 a 247 en 2015, y hay que tener en cuenta aspectos como las infracciones por consumo problemático de drogas ilegales o el aumento de fallecidos totales en carreteras convencionales respecto a 2014 (suponen el 81% del total).

La Administración tampoco debe quedarse con los brazos cruzados y debe seguir haciendo hincapié en mejorar la seguridad pasiva de la red viaria, con especial atención al asfalto y, por supuesto, los (malditos) guardarraíles.