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Opinión

No soy pedrosista... pero sé cuándo se va un grande

Gonzalo de Martorell
20/11/2018
Me pasa con Dani Pedrosa algo muy curioso, casi bipolar y es que le tengo muchísimo cariño en lo personal pero he sido, al mismo tiempo, extraordinariamente crítico con él en lo profesional.

Y me da la sensación de que a él debe ocurrirle algo similar, porque nos conocemos desde la primera selección en el Jarama de aquella Copa Movistar que le descubrió al mundo y siempre que coincidimos charlamos con afecto... para acabar quejándose de “la caña que me metes”.
En cualquier caso, llegada la hora del adiós -veremos si permanente- le está cayendo encima al bueno de Daniel Pedrosa Ramal un verdadero chaparrón de elogios. La mayoría más que merecidos; otros -en mi opinión- exigen matizaciones pero aún así no pueden empañar la trayectoria del de Castellar.

En alguna ocasión ya he dicho que, para mi, Pedrosa ha sido a MotoGP lo que Stirling Moss a la F1; el eterno “casi campeón”. Y si en el camino de Moss se cruzaron Fangio, Brabham o Hill, en el de Pedrosa lo hicieron Hayden, Stoner o Márquez. 
Llegados a este punto, por tanto y aunque no guste leerlo, Dani se marcha sin haber conseguido aquello para lo que fue contratado por HRC: ser Campeón del Mundo. Ese era su único objetivo y para ello se le dotó de la mejor moto, el mejor equipo y el mejor patrocinador. En el trayecto se rebajó la cilindrada máxima de la categoría para hacérsela más llevadera y hasta se rompió a mitad de temporada un contrato con una marca de neumáticos para que pudiera montar los que le gustaban. Con ningún otro piloto ha tenido Honda tanta paciencia como con él y ningún otro ha pilotado su moto oficial tanto tiempo sin alcanzar el título mundial.
Si lo valoramos desde este punto de vista -y al fin y al cabo el deporte es por naturaleza resultadista- es obvio que la despedida de Pedrosa tiene un regusto amargo.

Pero siendo cierto lo anterior, también lo es que sería muy, muy injusto dejarlo aquí porque
Pedrosa ha sido un caso muy atípico dentro del Mundial. Y lo ha sido, precisamente, porque a nadie se le ha escapado su extraordinaria calidad. De Dani siempre se ha esperado, hasta el último momento, el “chispazo” que le hiciera justicia.
Técnicamente -y sin discusión posible- ha sido uno de los pilotos más finos  y elegantes del moderno Mundial. El último gran representante -junto con Lorenzo- del más genuino estilo “old school” que quedaba en la parrilla de MotoGP.
Cuando Pedrosa estaba bien y la carrera se desarrollaba como a él le gustaba era infalible; regular y preciso vuelta tras vuelta como un puñetero reloj.
Y es verdad que a Dani su físico menudo y sus lesiones le han supuesto siempre un lastre pero, en mi opinión, su gran carencia -aquella que ha marcado la diferencia y le ha impedido marcharse, al menos, con un título mundial de la categoría reina- es que siempre ha detestado el “cuerpo a cuerpo”.
A Dani le ha sobrado técnica y le ha faltado instinto criminal. 

Por eso, aunque estos días se insiste mucho en ella, la comparación con Mamola es injusta de base porque Dani ha tenido muchísima  más clase y muchísimo más recorrido que Randy y porque comparar a uno con otro es comparar a un jinete tejano de rodeo con un jockey del Grand National.
Ambos tienen, efectivamente, algo en común: uno lo intentó únicamente desde el coraje y el otro únicamente desde el estilo... y a ninguno de los dos le bastó con ello.
Tengo la impresión de que los últimos años -sobre todo tras la irrupción deportiva y mediática de Marc Márquez- había en Pedrosa menos ilusión y menos motivación, que le había vencido el íntimo convencimiento de que su tiempo en MotoGP estaba pasando. Sea como sea, Dani -poco dado a expresiones altisonantes y siempre reservado- reclamó en su despedida “más palabras de cariño”.
Y aunque nunca dio a entender que las necesitara, puede que tenga razón.
Quizás no se las dijimos porque algunos decidimos juzgarlo únicamente en base a su prodigioso talento.

Gonzalo de Martorell
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Siempre periodista y siempre motero. Y a ambas cosas me dedico desde hace casi 30 años. También viajo, hago radio, me defiendo con la cámara de fotos, soy un apasionado del RCD Espanyol... y tengo un gato que se llama Palpatine.

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