Todos pendientes de Valentino

Y concluida la luna; y casi también la espera, podemos decir: Rossi es el centro de atención. Él y su decisión pendiente.

Por encima del eco que aún llega del wild card de Dani, la semana que viene en Austria. Mucho más que el futuro de Maverick, a partir de 2022.

E injustamente a años luz de cualquier análisis sobre el líder sólido de MotoGP; o no digamos (perdóname, Manolo) del debate acerca del valor del título 2020 de Joan Mir.

Vamos por partes, que estoy escribiendo desde la cubierta de un barco fondeado en la desembocadura del Guadalquivir, con Sanlúcar de Barrameda a babor y el Coto de Doñana enfrente.

Está subiendo la marea.

De Assen nos fuimos con un supuesto acuerdo cerrado entre Maverick Viñales y Aprilia para 2022. Un mes después, todo son rumores cruzados y ninguna certeza.

Al final, me quedo con algo que pasa desapercibido: al piloto le queda media temporada siendo oficial de Yamaha (y primer rival) de Fabio Quartararo; el líder ya indiscutible de Iwata.

En otras palabras: los papeles del divorcio se firmaron en Assen; pero después de un  mes de separación el "ex” debe volver a vivir bajo el mismo techo hasta el último Gran Premio de este año.

Qué va a pasar (carrera a carrera) dentro de ese box en este futuro inmediato, más allá de lo que pueda pasar con Maverick a partir de la próxima estación, es lo que me inquieta.

Vamos con el wild card de Dani Pedrosa: la madre de todos los sueños. Mi corazón aún no estaba despierto del todo de aquel que me entretuvo 500 noches pensando en Casey Stoner.

El anuncio, hace diez días, fue “el tema estrella” del parón de julio. Pero una semana después toda la atención volvió a pivotar sobre Valentino.

Antes de ir con Rossi, un par de cosas de lo de Dani: por qué; y para qué. Una: KTM no ha parado hasta conseguir un sí del español. Y dos: el Red Bull Ring es “casa” y mucho más.

En Spielberg Pedrosa correrá con “su” moto, con “sus” piezas preferidas. Y lo hará en un trazado en el que tiene datos (top secret) que pueden ser muy importantes.

No será un “Pirro en Mugello” y levantará una expectación inusitada; también entre los pilotos de la parrilla de MotoGP: especialmente dos con contrato y motos naranjas.

Pero insisto; y voy acabando: todos estamos pendientes de Valentino Rossi. Lo ha vuelto a conseguir. Él siempre lo hace. Llegó en 1997 dispuesto a convertirse en estrella y no dejará de serlo jamás.

“Valentino Rossi anunciará su retirada definitiva, decisión tomada desde hace meses (e incluso negociada con las instituciones de MotoGP) en el Gran Premio de los Países Bajos.” No te fíes de nadie…

Ya hace un mes de Assen y estamos como estamos: el jeque que sí o que no, Petronas que más bien no; y una Ducati propia esperando a que su dueño decida quién le pone el culo encima en 2022.

Acaba de cumplirse un año de su último podio, el 199. Cuatro de su última victoria. El “Top10” de Mugello es su mejor registro en lo que va de temporada.

¿Y qué es lo más alucinante? Que todo eso es lo de menos. La posibilidad de seguir viendo correr a Rossi (y con Ducati) en el futuro sigue con un halo de vida.

En realidad, es la punta del iceberg de todo el maremoto que está viviendo MotoGP fuera de los circuitos, en este julio finiquitado. A saber:

Los contratos (ya está demostrado) no valen para nada. La palabra dada, menos. El respeto que antaño se guardaban las fábricas entre ellas ha desaparecido definitivamente.

El Mundial de los Grandes Premios está en plena transición, en este caso, de estrellas. Dani Pedrosa puede acaparar más atención que Marc Márquez; y esto es un problema.

En medio de todo este revoltijo se eleva el “caso Rossi” como material de primera para cualquier ejercicio de caza clicks, como es el caso de esta entrada. Palabras dadas, se las lleva el viento...

Y al final, no dejo de recordar a Mick Jagger cuando explicaba a un periodista por qué seguía de gira: “a la semana de estar en casa siempre hay un capullo que pregunta quién va a tirar la basura”.