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Opinión
Hace unas semanas el Gobierno anunció a bombo y platillo la que iba a ser una de sus medidas estrella, la desaparición de los turismos diesel y gasolina en el 2040. Como ocurre siempre, quienes aplaudieron hasta con las orejas fueron quienes les importaban un bledo los coches o no viven de ellos. Pero pasados los aplausos de galería y los titulares aduladores llegó la realidad: la medida significaba una debacle de empleo a corto plazo. Y la expresión “corto plazo” suele asustar mucho a los gobiernos.
El caso es que -esta vez sin tantos bombos ni platillos- el Ejecutivo ha decidido que “donde dijo “2040”, dice “ya veremos” y la medida ha quedado aparcada hasta tiempos mejores... o hasta que España deje de ser el octavo fabricante mundial de automóviles... por cierto detrás de México pero delante de Francia.
La flexibilidad -sospechosa, interesada... pero flexibilidad al fin y al cabo- que se ha demostrado con el sector del automóvil demuestra que es posible hacer rectificar a los legisladores. Obviamente el poder del sector automovilístico no tiene nada que ver con la insignificancia del de la moto... pero la iniciativa de la Moto de Campo Sostenible de llevar la situación al Senado es interesante y no debe quedarse ahí. Hay que insistir, insistir e insistir.
Recuerdo que cuando estaba en la Facultad, un profesor de Derecho Administrativo me dijo algo que me ha resultado muy útil: “La Administración siempre cuenta con que nos cansaremos antes que ella -por eso inventó lo del “silencio administrativo”- y por eso soporta muy mal la constancia de los ciudadanos”.
La plataforma “Salvemos la Moto de Campo” no debe caer en el desaliento. Insistir, insistir e insistir. Esa es la clave.
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