Prueba Yamaha MT-10: Recreo infinito
ASPECTOS POSITIVOS
ASPECTOS NEGATIVOS
Cilindrada
Motor
Potencia
Peso
Carnet
Precio
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El segmento de las maxinaked es relativamente joven y Yamaha no es ajena a él. Su razón de ser es poder disfrutar de las prestaciones y la tecnología que ofrecen las grandes R. Los fabricantes de motos invierten mucho capital en el desarrollo de motos deportivas que apenas tendrán relevancia en las listas de ventas. La razón es bien sencilla: las R están diseñadas para batir a sus rivales en pista, donde el cronómetro es el juez y su ergonomía no hace ninguna concesión a la comodidad del que pilota. Por imposición del reglamento de Superbikes, han de ser matriculables; sin embargo, la mayoría de las superdeportivas encuentra su destino en los circuitos, ya sea en competición, cursos o en tandas libres para aficionados. Y está bien que sea así, porque son usadas en el ámbito para el que fueron diseñadas. Pero vender, se venden pocas.
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Para amortizar el capital invertido en las superdeportivas, la tecnología que hay en ellas se va introduciendo poco a poco en otros modelos de la marca. Este no es el caso de las maxinaked, porque son la primera derivada de la democratización de los avances tecnológicos y difieren poco de las motos de las que proceden. Es decir, exceptuando las propias motos de las que proceden (y que son mucho más caras), las maxinaked actuales son las motos más avanzadas del mercado, por concepto y por prestaciones.
Tal es el caso de nuestra protagonista de hoy. La Yamaha MT-10 procede de la Yamaha YZF-R1. Si te acercas un fin de semana al circuito más cercano a tu casa a ver (o participar en) unas tandas libres, podrás comprobar que la Yamaha YZF-R1 es la moto que más abunda en pista y no es porque sea la más barata. Entre tanda y tanda, los que rodamos en circuito con amigos acabamos charlando también con nuestros vecinos de box. Puedes adivinar el tema: motos. A veces incluso intercambias montura para probar otros puntos de vista. En este caldo de cultivo, Yamaha reina.
Las primeras maxinaked eran una adaptación ergonómica de sus primas de circuito. Hoy se afina mucho más el tiro, no solo en lo ergonómico. Comparte cárter con la Yamaha YZF-R1, pero un 40 por ciento de sus piezas son nuevas (bielas, cigüeñal, etc) a fin de adaptar su respuesta a un uso más civilizado, si se quiere llamar así al uso que se puede dar a una moto de 160 CV pesando menos de 200 kilos en seco.
La irrupción de la electrónica en el motociclismo aporta a motores y suspensiones una versatilidad inusitada hace solo quince años. La suma de motor, electrónica, geometría y ergonomía resultan en un nuevo modelo de moto que parece “diseñado ex profeso” para ser utilizado en carretera, siempre entre comillas, porque no dejará de ser un arma formidable en circuitos; quizá no tan rápida en las pistas más veloces, quizá superior en las más ratoneras.
A bordo
El contraste predomina en la aproximación visual a la moto. El gris claro de la moto hace destacar de inmediato las llantas, en rojo anaranjado fluorescente. Es una cuestión de gustos, pero en mi opinión le sienta muy bien y tendrá un buen envejecer. El tiempo dará o quitará razones. El siguiente contraste se produce nada más subir a la moto, momento en que podrás ver cómo las secciones del chasis convergen en una pipa de dirección masiva, que te recuerda que estás sobre una moto de carreras. Sin embargo, el manillar y las estriberas están en una posición muy natural. No deja de ser una posición deportiva, más por los pies que por las manos, pero no carga en exceso el peso sobre las muñecas. Unos cientos de kilómetros después pudimos comprobar que así seguía siendo. Del mismo modo que nos había pasado desapercibido el asiento (por cómodo) en parado, tras tiradas de más de 100 kilómetros, el trasero comienza a resentirse debido a la dureza del (poco) mullido.
Es el asiento el que te lleva a resolver el destino de esta moto, porque en conducción deportiva se muestra perfecto. Su morfología permite libertad de movimientos total. Incluso la pequeña joroba que divide el asiento sirve de apoyo en las aceleraciones (y se agradece). Pero si haces largas tiradas en autopista o autovía, terminarás repostando antes de que se acabe la gasolina y eso que no pasará mucho tiempo antes de que ocurra. El consumo (en torno a los 7,4 litros a los 100 km) no es una de sus virtudes, tampoco una de las preocupaciones de sus potenciales compradores. Su depósito de 17 litros apenas permite tiradas de más de 200 kilómetros, más de los que tardará tu trasero en protestar. Y si no son tus posaderas, será el acompañante, cuyos estribos y ausencia de asas obligan a adoptar postura batracia. La cinta que divide el asiento en dos permite (por homologación) que el pasajero no disponga de dónde asirse. Aparte de inútil, es estéticamente feo. Aspecto a revisar.
Pero si piensas que Yamaha ha descuidado el aspecto rutero en esta moto te equivocas. A tal efecto existe la Yamaha MT-10 Tourer Edition (16.999€), con asiento específico, maletas flexibles, soporte integrado para dispositivos externos y la imprescindible pantalla alta, que paradójicamente te permitirá circular más rápido, al no tener que luchar contra el viento.
Una vez encima solo está a la vista el cuadro LCD, “exclusivo” de esta versión básica. Contiene la información básica y salvo el cuentarrevoluciones, es de fácil lectura. Para acceder al panel TFT de Yamaha, habrá que desembolsar los 2.600€ que separa esta versión de la Yamaha MT-10 SP (18.499€), que también incluye el paquete de suspensiones electrónicas, derivadas de las utilizadas en la Yamaha YZF-R1M.
En marcha
Para acceder a lo mejor de esta moto hay que sortear uno de sus defectos. Para poder meter la llave de contacto en su alojamiento hay que apartar con la mano el cable del embrague, estratégicamente situado para que estorbe. No es grave, pero sí irritante en una moto que rezuma calidad de construcción. Una vez sorteado, el día solo puede mejorar. Al arrancar, un sonido ronco distinto del de otros cuatro en línea te recuerda el orden de encendido crossplane. Yamaha ha retocado el motor de la Yamaha YZF-R1 para que esté mucho más lleno en bajos y medios a costa de que la potencia final “acabe” en 160 CV a 11.500 rpm. El par máximo (111 Nm) se consigue antes, a 9.000 rpm. De este modo mejoran las cifras de aceleración y sobre todo, recuperaciones, que es cuando se le va a exigir al motor en su uso normal. La combinación es de lo más acertada; al menos en carretera no echarás en falta más potencia a régimen máximo, porque antes se acaba la carretera. Estas cifras no serían asumibles si no hubiera electrónica por medio. Solo hay que recordar cuando a principios de siglo las R más punteras eran indomables con “solo” 150 CV. Ahora no solo es manejable toda la cuadra, sino que puedes escoger cómo quieres que entren esos caballos en tu rueda trasera.
La moto dispone de tres modos de motor: uno más agresivo para pista, otro para carretera y un tercero para lluvia. Como cualquier mortal, no pude resistirme a la tentación e ir primero a probar el agresivo. Al cambiar al intermedio, no tardé en darme cuenta de que rodaba más rápido. La respuesta del motor en el modo deportivo es demasiado cruda y directa, muy apropiada cuando ruedas en entornos con mucho grip y la concentración al 100%, o sea, a fuego en pista. Pero para rodar en carretera el modo “estándar” es mucho más apropiado, pues no exige que vayas en modo ataque, aún cuando la cantidad de potencia sigue siendo sideral. También hay control de tracción con tres niveles. Para rodar en carretera, el intermedio también ofrece un compromiso adecuado, siendo el más intrusivo el indicado para los días lluviosos.
Pero lo que llama la atención es el motor conforme aumenta de vueltas. Dispusimos con una unidad con quickshifter subiendo marchas. Empalmar una marcha tras otra es una sucesión continua de pequeños orgasmos para tus oídos, pero en particular, para el alma. Sientes un empuje sin fisuras entre marchas. Es cuando entiendes el porqué del término “seamless” (sin costuras), aplicado a las cajas de cambio de las motos de competición hasta hace bien poco. Ahora también podemos disfrutarlas los mortales, junto con un sonido distinto al característico aullido de los motores japoneses 4 en línea. El sonido del calado crossplane es parecido al sonido de una máquina de coser industrial, o al de una ametralladora moderna que dispara miles de veces por minuto. La sensación es extasiante e insaciable, porque siempre querrás más.
La parte ciclo también es reseñable. En cuanto a frenos y suspensiones, podríamos extendernos en un mar de cifras que están disponibles en la ficha técnica. Baste decir que las suspensiones son regulables en todo parámetro imaginable (precarga, compresión, extensión) y que están firmadas por KYB. No tuvimos que modificar los reglajes de serie, el comportamiento es impecable para alguien de 178 cm y 82 kilos de peso. Muy buenas han de ser las suspensiones electrónicas de la versión SP para justificar el aumento de precio respecto a esta versión porque, al menos en conducción deportiva por carretera, son perfectas. Los frenos también rayan a gran altura con tacto y potencia sin tacha. Pinzas radiales monobloque de 4 pistones aseguran que no tengas que pensar en los frenos.
Sí hay una cifra que merece nuestra atención: los 1.400 mm de distancia entre ejes condicionan el comportamiento de la moto. Son solo 5 mm menos respecto a la Yamaha YZF-R1 de la que deriva, pero unido a la palanca que proporciona el manillar alto, convierten a la Yamaha MT-10 en una moto muy fácil de mover entre ángulos. Evidentemente se cobra ciertos movimientos a alta velocidad en badenes y juntas de dilatación, pero nada preocupante. También explica la querencia de la rueda delantera por despegarse del suelo en las fulgurantes aceleraciones. Tuya es la decisión de jugar con ello o anularlo a través de la electrónica.
Cuando comprobé que el modo directo era para pista, decidí aproximarme a la moto de menos a más. Poco me duró. En el modo de conducción estándar (o intermedio) sigues disfrutando de toda la potencia, pero con un tacto más natural. Si quieres rodar tranquilo, la moto es suave; pero a poco que enrosques el acelerador, te muestra su verdadero yo. Tiene potencia a raudales y precisa que tengas la cabeza muy bien amueblada, porque pronto, muy pronto, estás a velocidades extractivas de puntos de carnet.
Cuando ya estoy enamorado del motor y de la manera en que entrega la potencia (por progresividad y sonido), descubro que aún hay más en el momento en que me dirijo a “mi tramo secreto”, epicentro de mis referencias. La moto entra sola a las curvas. La facilidad con la que ingresa en curva es digna de asombro. El tren delantero irá no ya a donde mires, sino a donde pienses. Parece mágico. A ello contribuyen los magníficos Bridgestone S20 que equipa de serie y que proporcionan mucha confianza desde el primer momento. Quedé con la duda de cómo afectará el desgaste de los neumáticos al comportamiento de la moto antes del final de su vida útil, porque mucho no han de durar, a poco que sucumbas a la tentación.
A quién va dirigida
La Yamaha MT-10 es una de las motos más efectivas del mercado. Puede ser tan suave como para ir a comprar el pan, pero su radio de giro te indicará pronto que no está diseñada para hacer recados. Es una de las motos más fáciles de llevar a ritmos elevados. Precisamente por eso, precisa de personas conscientes de qué se traen entre manos. Está destinada a personas con experiencia que hagan salidas esporádicas de corta y media distancia por carretera, permitiendo la posibilidad de rodar en circuito, incluso al mismo nivel que cualquier R del mercado. Puede que no tenga 200 CV como su hermana mayor o incluso otras meganaked de la competencia; puede que no sea tan sofisticada como alguna de ellas (la MT-10 lleva en el mercado desde 2016), pero es tan o más efectiva que cualquiera de ellas.
Su precio de tarifa es de 15.799 €, en la parte baja de la horquilla de sus rivales. El precio del recreo infinito.
La moto al detalle...
El tacto y potencia son perfectos
La información es muy completa y detallada. Se podrían leer mejor las rpm.
Duro para trayectos largos, perfecto para conducción deportiva.
El sonido que emana de su motor CP4 es adictivo.
La horquilla KYB de 43 mm es regulable en todas las vías.
Los espejos muestran tus codos a la perfección.
Se echa en falta una pantalla transparente como la de la Yamaha MT-10 Tourer Edition.
Galería de fotos
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